sábado, 29 de junio de 2013

EN LA TORRE DE HIERRO - FRAGMENTO: ENTRA ÉL

No era la primera vez que pasaba, tampoco sería la segunda ni la tercera… pero la presión en el pecho que sentía en ese momento, la rabia que me consumía desde mi interior, el odio que comenzaba a teñir cada uno de los filamentos de mi cuerpo.

La única seguridad que tenía sobre mí y de quienes compartían las celdas, es que teníamos el mismo objetivo… escapar y huir a la menor oportunidad, matarlos y hacerlos pagar al menor desliz que presentaran con su arrogancia.

Yo era uno de los pocos que no tenía acompañante en la celda, quizás fuera por mi edad, tampoco quiere decir que fuera muy joven. Pero, definitivamente ante otros mis características la edad si configuraba un patrón importante a tener en consideración. Con mis 19 años habían cosas que aún no me serían posibles de realizar, al menos no hasta haber alcanzado la madurez de mi especie que ocurriría en unos meses, creía que sería en unos meses… ya no tenía seguridad del tiempo… solo sé cuándo ocurra, ellos tomarían las medidas que ya habían utilizado con los otros. 

-Hey estúpido, mira cuando se te habla –Uno de los guardias estaba parado frente a mi celda, había estado tan sumergido en mis propios pensamientos que ni me había preocupado de su presencia, tampoco era como si me importara… nada cambiaría. Dicho guardia al conseguir que posara mis ojos sobre él, se dio por satisfecho y me indico que me alejara hasta apoyar mi espalda contra la pared al mismo tiempo que me amenazaba con aquellas lanzas electrificadas.

Sin apurarme, arrastre mi cuerpo lentamente hasta llegar al lugar indicado, ensuciándome aún más con la mugre esparcida durante todos los años, desde la construcción de la torre, en el suelo –tampoco era como si nos permitieran bañarnos-. Las paredes y el techo se veían envejecidos, dañados por el tiempo, pero lo que hacía que aquel lugar fuera impenetrable era la magia con la que había sido construida… más bien, con las muertes que había sido fortificada, con los huesos, la sangre y cuerpos que fueron usados como materiales en su construcción. –Sacudí mi cabeza para alejar tan nefastos pensamientos.

La reja, que me separaba del centro de la torre, se abrió y entro un extraño. Entrecerré mis ojos, agudice mi olfato y mi sentido auditivo, pero no podía sentir nada, NADA. Intenté no asustarme, no temblar, era imposible que uno de ellos se ocultara de esa forma, a no ser que…

-Muy bien cachorro, tranquilo, solo vine a verificar algunos asuntos. –Se arrodilló frente a mí, no podía moverme ni apartar mis ojos de los suyos aunque lo intentara, tomo mi mentón  y movió mi rostro de lado a lado observando cada detalle. Acercó su nariz hasta mi cuello y olió para luego apartarse con un sonido de asco y una sonrisa sarcástica. –Lo has hecho muy bien Silas, muy bien. Creo que, si ahora cooperas un poco más –acercó sus manos hasta mi pecho y no pude evitar sentir pánico cuando estas mismas manos se deslizaron bajo mi maltratada polera, mientras continuaba mirándome con esos ojos anaranjados- podría ayudar a que… tu sabes, todo mejorara un poco por aquí –bajó un poco más sus manos, su mirada se volvió más penetrante y sentí como si algo empujara dentro de mi mente, sentí terror.

Odio, terror…  odio, terror, confusión, odio, quiero alejarlo de mí, no puede saber…  Se encuentra debajo de mí, intento morderlo, romperle el cuello y disfrutar de esos ojos que ahora me miran con total espanto.

-¡SAQUENMELO DE ENCIMA! –Gritaba aterrado, sabiendo que con cada segundo que pasara la bestia que había desatado cobraría mas fuerza, que estúpido habían sido.

Pude sentir como las manos intentaban arrojarme hacia atrás, pero no iba a dejar… no podía dejar que me arrebataran a aquel que había decidido arrebatarme un secreto y que intento violar mi mente.

-SEÑOR, NO PODEMOS NO ¡AAAAA! –Pero antes de que pudiera terminar sus palabras Silas le había arrancado un brazo que ahora descansaba en el suelo mientras de la herida derramaba chorros de sangre. Aquel que llamaron señor ocupo esta distracción para extraer del cinturón del guardia, que había caído a su lado, una pistola preparada con dardos que no dudo en utilizar sobre el hocico de la bestia de ojos dorados y furiosos, ojos que no se dieron cuenta de lo que pasaba hasta que apretó el gatillo. Los ojos del animal se abrieron del impacto y luego quedaron semiabiertos a la vez que caia abruptamente de costado respirando agitadamente mientras su cuerpo sufría espasmos.

Aquel que llamaban se sentó como le fue posible, se sacó una de las patas del animal que tenía encima y que le había destrozado todas sus ropas y provocado heridas sobre su tórax, se paró con la ayuda de uno de los guardias que había llegado por el escándalo, sacudió sus ropas, inspiro aire-¡SON UNOS ESTÚPIDOS! ¡SE SUPONÍA QUE LO TENÍAN PREPARADO! ¿QUÉ HAN HECHO ESTE TIEMPO?

Ninguno parecía querer hablar, todos miraban nerviosamente al enorme lobo de color azul con pelaje blanco que ahora estaba inconsciente dentro de la celda.

-Señor… señor Evan, no… nosotros seguimos las órdenes y los procedimientos habituales, no esperábamos que esto ocurriera… -Se atrevió a decir uno de los guardias intentando no acobardarse ni expresar incomodidad por los gritos de su compañero que había perdido el brazo y que se revolcaba en el piso, nadie se había acercado a él para poder ayudarlo.

-Lleven el informe de lo sucedido a la cámara alta.

-¿Señor?...


-¿No me oíste? –Se volteó abruptamente antes de salir de la celda. El guardia solo miró a su compañero caído que ahora parecía estar convulsionando. Evan hizo un sonido con su garganta.- Llévenselo de aquí. 

viernes, 28 de junio de 2013

EN LA TORRE DE HIERRO: PRIMER DÍA (FRAGMENTO)

Te encontré en aquel lugar, era la fiesta que se había organizado para dar inicio a la primavera. Las coloridas vestimentas, la música del ambiente y lo bullicioso del mismo hacía difícil poder acercarme, discernir palabras exactas. Era complicado en estos días, donde los círculos se repliegan y amplían, por lo que solo estaba expectante esperando que te voltearas.

Bahn me había dejado a mi suerte, con un golpecito en el hombro y un empujón me alentó a ir en tu búsqueda, pero el valor parecía abandonarme con cada paso que daba. ¿Qué iba a decirte? No nos conocíamos, solo estábamos ahí y lo único en común que teníamos era estar en el mismo lugar y al mismo tiempo, en el tiempo de caza.  Sé muy bien que para quien quiera que sea, un extraño, que escuche esa palabra inmediatamente pensará en un predador en búsqueda de su presa. Pero, aunque lo anterior puede ser un poco –ínfimamente- similar, no trataba de aquello.

Los cuerpos que se movían alrededor, los extraños aromas mezclados, los movimientos que comenzaban a tomar ritmo, indicaban que nuevamente había comenzado una de las danzas que caracterizaban a la especie predominante. Y tampoco era extraño, que todo los otros de de esencia en su sangre, continuaran los movimientos y los replicaran con sus propios estilos. Era la hora de conocimiento bajo el lado instintivo, dejarse llevar por las pulsiones energéticas del ambiente y solo vivir.

En todo momento en que mis amigos se acercaron, en que me hacían señas con chistosas expresiones para sacarme una risa, intentaba voltear sin hacerlo muy obvio –claro que intentar pasar de manera desapercibida mis emociones no era mi fuerte-.

Tal vez… debería haber adquirido una de aquellas máscaras cuando tuve la oportunidad, pero no tuve mucho tiempo para poder maquinar como conseguir una, repentinamente me vi dando vueltas sin poder evitar gritar por la sorpresa. –Aldenor estaba ahí, jugando como lo caracterizaba su personalidad, haciendo relucir sus esquemas rojas sin desear ocultarlas y revelar su parte más humana en este momento. Con un guiño y una carcajada, me dio otra vuelta más, y solo me soltó cuando golpee su pecho y me reí en el intercambio de distracción que me había otorgado.


Si… esta temporada, siendo la primera, habría sido más difícil de no haber contado con ellos. Si, por ahora todo iba bien, y espero que la suerte que me caracteriza no haga que todo me sea más complicado, porque con mis nervios –aunque intente no aparentarlo- para el primer día me es suficiente. 


EN LA TORRE DE HIERRO: FRAGMENTO

Sentir el metal rozar mis brazos, obligar por el mismo peso mantenerlos agachados y estirados constantemente, mis músculos agarrotados por una posición que no lograba cambiar con total libertad…

La única variación que había de toda esta situación era el ir y venir de los guardias que pasaban frente a nuestras celdas, personas que caminaban con aires de un poder que no ostentan. Algunas veces, por el hecho de estar aburridos, nos sometían antes de tiempo al castigo… el castigo que caracteriza a la torre de hierro.

El cómo llegue a este lugar es un misterio, incluso para mí. Los pocos recuerdos que tengo antes de despertar, con la cabeza apoyada sobre la mugrienta roca, son tan confusos y extraños que prefiero no lograr entenderlos nunca…

Sólo logro ver a los otros cuando nos empujan al espacio central de la torre, cruel magia que nos impide retroceder y defendernos por la sangre que cargamos… cierro mis ojos y espero que todo pase… una vez más, un día más.

Los que son como nosotros, los de sangre manchada, no somos reconocidos como personas… sería ridículo tan solo pensarlo luego de los años que llevan cazándonos, persiguiéndonos, matándonos… llevándonos a sufrir y estar muertos de hambre a pesar de ser igual a ellos, ser iguales excepto en el poder variar en cuanto a la esencia que nos caracteriza. Porque nosotros… no somos iguales a ellos, pero tampoco somos tan diferentes, incluso entre nosotros no somos similares. 


Pero es aquí, en la torre de hierro… creación de la cual se jactaban ELLOS… donde nos encerraban como si fuéramos una especie de trofeo, una extraña forma de diversión para buscar seguridad que ni en sí mismos encuentran.  

  

miércoles, 4 de mayo de 2011

Manifestación

-Escrito: 2008-

Última Piedra

[Presentación Final]



Los pasos desaforados de los animales de carga, que ahora llevaban a sus sedientos jinetes de violencia sin causa sobre sus espaldas, el viento y truenos como escopetazos rompían el silencio en fragmentos de paz inexistente, el barro teñía con sangre oscura todo lo que alguna vez se considero puro y digno de belleza… y en las montañas eran grabados como enormes retratos las historias de aquellas cruentas escenas. La lluvia caía sin piedad sobre sus pieles y armaduras que poco podrían asemejarse a la digna imagen de su ser de antaño.
Ellos seguían en su cacería y el perseguido en su escapatoria ¿Cuándo fue el instante donde los caminos lo guiaron al exilio?

La respiración agitada cortaba su garganta, raspaba sus cuerdas vocales y hacia un trabajo aun más doloroso el ingreso de aire necesario para permanecer en estado conciente. Horas, horas de eterna carrera, horas continuas de un juego desenfrenado que no estaba muy seguro de cómo y cuando terminaría. Sin saberlo termino siendo una de las presas para los hambrientos sabuesos de su gobernador.
Un día se había despertado, aseado y mirado por la ventana con la vaga sensación de rutina e incomodidad hormigueando todo su cuerpo, incluso la lumbre del fuego se contraía sobre si misma haciéndose mas pequeña –un vaticinio que no pude prever-.

Y las flechas se lanzaron, los mensajes ardientes y centellantes cobraron vida, y el objetivo comenzó a tomar forma concreta… algo empezaba a surgir de la esencia del caos.

El bullicio de voces, el grito que como aullido mal sonante intentaba crear un muro invisible con extensiones de grilletes que lo apresaran, intentaban detenerlo a toda costa sin analizar el por que de sus movimientos. Todo, ridículamente, todo aquello no sentía sentido lógico ni razón de ser pero… ¿Alguna vez lo había tenido?

La libertad otorgada por los engaños, alimentado por las mentiras y por una vaga idea de ser dueño de sus propios movimientos y de la tinta que componía su entrada…

-Y la confianza fue el peor defecto que pude incubar en mi remendada alma... ingenuo de mi pensar que todo terminaría, por que dentro de la misma calma yace la oscuridad anhelante de dominio y poderío ilimitado. Muchos de los que aquí veo ahora me conocieron, muchos vieron mis mascaras y trataron con ellas, con los complejos de mi despedazada alma, los arquetipos que se abrazaban a mi yo conciente y me representaban en el momento en que ya decía internamente no poder levantarme. Y ahora, viéndolos desde aquí, de un lugar que ya no corresponde a mi sitio de contemplación de sus vidas, de un lugar al que he sido empujado… diré que los veo como nunca antes los pude mirar. ¿Cuándo comenzaron a perder la voluntad de ustedes mismos? ¿Cuándo permitieron que sus esencias fueran suplantadas por simples engranajes que los hicieron pasar por marionetas? ¿Cómo no se dieron cuenta…? No se si entristecerme por aquel recuerdo que aun mantengo en mi mente de sus rostros, de lo que pudieron haber sido, o si sentir furia por lo que a conciencia llevan a cabo.

Hace mucho tiempo mi padre me contó una historia, yo era pequeño para prestar gran atención al relato, mas sus verdades hoy no me pasan desapercibidas y como guías se me presentan entre las estrellas. -¿A que has de temerle con mayor fervor? ¿Qué es aquello que puede matarte y darte vida para satisfacer sus deseos?- De manera incierta podría decirte padre, si estuvieras a mi lado (y quizás yo me presente al tuyo dentro de muy poco), que he comprendido lo que en su tiempo me intentabas hacer razonar. Fue el mismo estigma que te llevo a vivir bajo tierra y sobre ella, enterrado y extraído, profanada tu tumba y quemado sin misericordia tu cuerpo ya putrefacto… y tu lo sabías, ellos… ellos fueron, aquellas mismos seres que tendieron sus manos hacia mi, seres que con palabras de reconforte y amabilidad me cegaron como a cualquier niño. Que vergüenza habrás sentido de mi, padre.


¿Cómo son aquellos ojos que rehúsan a los suyos por que ya no los reconocen? ¿Cómo son aquellas ventanas que se vuelven inexpresivas y se cierran eternamente?

Angark… siempre tenía y sentía deseos de escupir su nombre cada vez que lo pensaba o lo nombraba. O traicionaron como a la más baja de las alimañazas, le dieron la espalda y lo apuñalaron en su momento de mayor debilidad, cuando confiaba en ellos. Su relación de respeto hacia el cabecilla y mano derecha del gobernador termino tan abruptamente apenas había vislumbrado la tiranía y deslealtad camufladas bajo su piel. Y a e, Cyrion, un soldado mas llegado de las familias de esclavos, no se le creyó e incluso se le condenó día y noche por decir una verdad que todos negaban o no deseaban aceptar.

Era una sombra, una sombra que intentaba continuar y formar parte de la existencia. Era el oyente de los diálogos callados, de las voces secretas, pero era sordo de todo aquello que se fue confabulando contra el.

Cayó y por poco no se levanta, sus piernas temblaron mientras giraba su cabeza para dar un rápido vistazo, pronto volverían…

Todo el escenario parecía haberse preparado para el y su encuentro con su eterna compañera… la muerte. Su delirio se lo decía, todo estaba cerca, muy cerca, la veía a su lado izquierdo muy próxima a su costado –Le sonríe tristemente como si le afirmara lo que el ya sabía-.

Y su última consejera se presento ante el, ante un hijo de un caído de Metalah, pero ella no podía hacer nada, se le estaba impedido intervenir en el curso de los acontecimientos. Por que ya era hora de su última batalla en el umbral…

-Papá… ¿Tú lo sabias todo? A veces me parecía que si… tú intentaste intervenir en mi destino y yo no te permití hacerlo por que de una manera u otra me había condenado apenas había aceptado su cobijo. Viví bajo los que te obligaron al eterno dormir…pero la paga no era gratuita y la búsqueda de lo que querían poseer no se hallaba en mi, por que muy lejos he dejado aquello que me hubiese hecho digno de sus ideales, y me hubiese hecho indigno de ser tu hijo.
Me deje convencer casi hasta el punto de negarte, sus palabras parecían tan ciertas… y poco a poco la verdad fue cayendo fríamente por mi espalda, como si pasaran una helada navaja por ella.
Los tambores sonaron marcando el ritmo de lo que deseaban fuera su último respiro, los tambores sonaron para que aquellos sumisos y estúpidos sabuesos humanos comenzaran a rodear… solo eran eso, perros de gobierno, perros del gobernador y de la ley, humanos que hacían todo por posicionarse en rangos mas prestigiosos, para enriquecer aun mas a su pobre concepto de lo que creían familia y tomar el falso honor.

La primera grieta partió el cielo, y como si el mismo sol hubiese hecho aparición se ilumino, como acuerdo de inicio todo comenzó… una vez más.
Todo se transformo y aquellos que vivían bajo la corteza se apoderaron de sus cáscaras, todo cambió y se asemejo a la realidad mas oculta dentro de la mente humana.


La llama de Uroboros…

miércoles, 13 de octubre de 2010

El Umbral

-Observador-

-3-

Y mi real miedo se presenta cuando siento que estoy solo, cuando el vacío se apodera de mi existencia, cuando se me olvida que respiro. En ese mismo momento, en el que sentimos que estamos abandonados a nuestra propia suerte… es cuando estamos en mayor peligro.

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Había fuego transformador, camaleón de esencia por donde miraras. Tornados arremolinados sobre pequeños cuerpos, que como hormigas intentaban escapar de la arremetida de los extranjeros. Eran desconocidos de gran estatura, de extraños ropajes y de cuerpos irreconocibles. Por extraño que pareciera las miradas no enfocaban cuando te dirigías a ellos, de alguna manera se te olvidaba el habla cuando querías preguntar ¿Por qué?

-¿Por qué?... –Lograba murmurar, mover sus labios sin que escaparan sonidos. Era lo único que deseaba saber, que le dieran una razón para poder soportar todo lo que estaba sucediendo.

Nadie lo escucharía, nadie le hablaría, es imposible establecer un dialogo con aquellos que han perdido el juego. Porque para ellos era un juego de poderes, un juego donde movían piezas de ajedrez vivientes. Un juego donde había conflictos, desafíos psicológicos y físicos, engaños y lucha de la supremacía de voluntades. Pero, aun así, para ellos era un juego de niños. Un juego donde había unas cuantas reglas fundamentales que no deben de quebrantarse, regidas por un único precepto.

-No interferirás.


Corriendo por la calle, escapando del tiempo que se hacía tarde. Se había quedado dormido y tuvo suerte de haberse encontrado con un amigo que también iba a clases de taller los días sábados por la mañana. Pero solo tuvo un aventón 5 cuadras antes del taller.

-¡Esteban, apresúrate! A la profesora Ibet no le va a hacer gracia que lleguemos tarde – Ninguna gracia le iba a hacer a el tener que limpiar los materiales del taller como castigo.

La señora Ibet era una anciana de 75 años que ahora vivía enseñando diferentes artes a sus estudiantes, se caracterizaba por ser una mujer muy conversadora y observadora, pero también por ser una persona de fuertes principios morales.

-Corro… lo… que puedo… -Esteban era de estatura mediana, no tan delgado como Gael pero si un poco mas corpulento. Tenía un cabello de color café claro y ojos castaños oscuro.

Luego de 5 minutos de continuo movimiento, llegaron un poco jadeantes ante la puerta de roble. Gael levanto su mano para tocar un viejo timbre que produjo el sonido de una campana metálica, empujo la puerta y entraron. El timbre solo era un aviso para indicar la llegada de los estudiantes, pasado el tiempo de inicio de 20 minutos este se dejaba olvidado para impedir que el sonido desconcentrara a los practicantes.

Caminando hacia el fondo del pasillo podían acceder por una puerta al enorme patio de la casa. Al ser una casa antigua contaba con diversos corredores que daban camino a 5 salas distintas. La sala que solían ocupar era la que se encontraba al centro del patio, rodeada por pequeños arbustos de flores silvestres. La apariencia era la de una pequeña casa que solo tenía las murallas externas y dos pilares internos como soporte. De pintura blanca y tejas rojas, de grandes ventanales para que entrara la luz solar.

Apenas entraron tuvieron que apartarse, una joven de anaranjada cabellera ondulada pasaba justo en ese momento con un enorme atril frente a ellos. Tantas eran las cosas que llevaba consigo que no se percato de los recién llegados.

-Hey, Eilin –Saludo Gael levantando una mano. La nombrada lanzo un suspiro de sorpresa y un segundo lo miro con un poco de molestia para luego suavizarla.

-Hola chicos –Devolvió el saludo mientras continuaba poniendo en pie su puesto de trabajo.

Gael, al igual que Estaban, estaba acostumbrado a este trato de Eilin quien solía poner prioridad a sus trabajos o cualquier cosa que tuviera pendiente.

Dejaron sus cosas sobre la mesa para luego ir a buscar los atriles. Gael usualmente ocupaba uno bastante simple, mientras que Esteban le agradaba uno más firme y grueso para poder colocar todos sus materiales.

-Es extraño que la señora Ibet aun no se encuentre aquí –dijo Gael cuando se fijo en la hora que indicaba el reloj cucu del taller.

-Pero comenzar sin la inspiración de sus retos es un alivio –Comento Esteban trayendo consigo unos recipientes con agua y otros líquidos.

-Eso es porque haces todo al revés a como se te indica –Agrego Eilin que lo miro críticamente con sus ojos verde agua. Llevaba puesto un delantal verde oscuro y una paleta en su mano a la que comenzaba a agregarle colores.- La señora Ibet se fue antes de que llegaran, fue a buscar unos materiales que le enviaron ayer por correo, el señor Richard se ofreció a acompañarla con su camioneta por lo que no demorara mucho en volver. –Gael asintió y se puso unos audífonos para poder comenzar a trabajar.

El paisaje ficticio comenzaba a cobrar mas forma. Pero el cómo le gustaba trabajar a él causaba que uno no pudiese hacerse a la idea de cómo era su obra sino hasta que llevara bastante avanzado. Ahora podía decirse que era un paisaje con un río y en uno de los costados se veían árboles. Pero en un momento, mientras escuchaba aquella música, la cual no compartía con nadie, indicó un ritmo que provocó que se le antojara comenzar un puente que separaba al río en dos mitades. Uso como referencia la estructura de madera que encontró en una revista y así saber cómo darle los matices necesarios.

Se rió un momento al recordar cómo una vez Eilin y Esteban intentaron escuchar las canciones que guardaba en su mp4. Gael justo volvía de limpiar unos pinceles y apenas los vio agarro oleo de unos recipientes y se los tiro a ambos esperando que les callera en sus rostros. Luego de su primer ataque Esteban puso cara de susto y salió corriendo seguido de Eilin quien le gritaba cobarde, luego volteó hacia él y le hizo una mofa antes de salir rápidamente por la puerta. Pasaron unos 10 minutos antes de que Gael lograra pillarlos y quitarles su pertenencia, agradecía que se hubiese agotado la batería.

No es que Gael tuviese música de la cual se sintiese avergonzado, pero era una música que encontró un día navegando por internet y que había ayudado a inspirarlo. Se trataba de música instrumental la cual en algunas canciones iba acompañada de un cantico que siempre tomaba un sonido natural como si los sonidos hubiesen sido gravados en campo abierto, en la misma naturaleza.

-Atento. –Apenas pudo escuchar esa palabra, por lo que solo miro a su alrededor, pudo ver por uno de los ventanales como una camioneta ingresaba por el portón trasero.


El numero de cajas era enorme, mas de 20 y continuaban quedando materiales en la camioneta. Hoy no se habían presentado más alumnos por lo que Eilin, Gael y Esteban estaban ayudando con la carga. La señora Ibet supervisaba por que no podía hacer mucha fuerza por su edad, el señor Richard ayudaba a llevar las cajas más pesadas y a arreglar algunos atriles que se habían roto.

Cuando por fin pudieron terminar se sentaron en el taller a descansar y a comer algunas galletas que había en la sala de estudio.

-No hacia tanto ejercicio desde el test de gimnasia en el colegio –Se quejaba Esteban mientras apoyaba sus brazos sobre la mesa de esculturas. Eilin solo asintió mientras sacaba otra galleta y continuaba un dibujo en una croquera.

Gael estaba terminando de ordenar algunos materiales y tipos de arcilla en los estantes de al fondo, por lo que no podía escuchar mucho de lo que hablaban. Abrió la última caja que le quedaba y comenzó a sacar los materiales. Se paso a llevar el medallón que estaba oculto bajo la polera y lo movió un poco, comenzaba a picarle la zona en la cual el medallón tenía contacto con la piel.

-Gael, ya has trabajado bastante –La señora Ibet le ofreció una bebida- yo puedo continuar ordenando lo que falta. –Le acerco una silla para que la acompañara a tomar su te- Ya llevas dos años en el taller y has progresado mucho.

-Me ayuda a distraerme –Comento simplemente mientas se sentaba y agradecía el descanso, no iba a decirle que el taller era un espacio de tranquilidad para él, seguramente comenzaría a interrogarlo.

-¿Has pensado en continuar una carrera artística?

-No… la verdad no he pensado mucho en esa posibilidad, tendría que hablarlo con mis padres, suena interesante. –Tomo la bebida y estuvo a punto de ingerirla cuando el medallón se puso más caliente, aun era soportable pero le extraño y estuvo a punto de sacarlo.

-No me expongas –Era la primera vez que la voz se escuchaba con mayor claridad, quito de inmediato su mano y la dejo en la mesa bajo la mirada inquisidora de la señora Ibet-Ella sabe de ti, ella sabe de mi Gael. –La señora Ibet le sonrió y volvió a tomar de su té- Tienes que irte ahora.

Por un momento sintió que entraría en pánico si no hubiese sido por el continuo calor del medallón que logro calmarlo un poco. La voz solo podía escucharla él porque la señora Ibet no mostro reacción alguna.

-Si quieres, podría prepararte para que entraras a la universidad de artes por una beca de nuevos talentos, piénsalo y dame una respuesta apenas puedas. –Gael solo asintió y volvió a tomar de su bebida pero la voz en su mente le dijo que debía dejarla de lado, algo había en la bebida que no le agradaba a aquella voz.

-Yo debo irme –Dijo casi de inmediato y fue a buscar sus cosas.- El lunes vendré a la hora de siempre, aun no termino mi trabajo. –Intento sonar casual pero estaba sintiendo miedo por aquella voz que le advertía constantemente en que debía de alejarse, en un momento la voz se silenció. Cuando miró a la señora Ibet pudo ver algo en sus ojos que no le agrado, no sabía que era pero fue suficiente para hacerlo sentir incomodo.

-¿Podrías llegar un poco más temprano a ayudarme con la clase de los pequeños? Tengo que terminar muchas cosas la próxima semana y no sé si pueda estar a tiempo… -Le pidió mientras tomaba el vaso y la taza que ella había ocupado.

-La llamare para confirmar.

-Es muy lindo el medallón que ahí llevas. –El tono fue casual pero no pudo evitar percibir suspicacia en esas palabras, como si hubiese algo de lo cual ella desconfiaba.

-¿Medallón? Es una piedra ojo de tigre que me regalo mi madre. –Gael solía llevar a veces consigo una cadena con una piedra incrustada en forma de cuarzo, la saco y se la mostro evitando tomar el medallón, tenía la suerte de que la correa quedaba cubierta con su vestimenta. – Ya debo irme… ¡nos vemos chicos! Nos vemos señora Ibet. –Se despidió rápidamente antes de salir por la puerta.


Frio, sentía frio tras su cuello y espalda, escalofrío. Apenas y había salido hacia una hora del taller y había decidido recorrer un poco el pueblo y buscar algo que le apeteciera almorzar.

Estaba al otro lado de una vieja construcción que se encontraba en venta, consistía en un viejo terreno que contaba con una casa más alejada y algunas hectáreas que solían usarse como potrero para el ganado. Hacia medio año ahí había vivido una familia pero por motivos de trabajo se mudaron más cerca de la ciudad, o eso era lo que había oído.

Gael tiritó un poco por la helada brisa y procedió a cerrar su chaqueta. Estuvo preocupado, muy preocupado de haberse vuelto loco pero luego de comprobar que aquella voz se había ido se mantuvo tranquilo, sabía que la voz si se hizo presente en su mente –o esa era la conjetura que mantenía hasta ahora- pero no podía saber si era real, por tanto prefirió no indagar en ello e ignorar lo sucedido.

La brisa comenzaba a ser mas repetitiva, escucho un sonido que llamo su atención. Era un sonido agudo pero suave, continuo. Detuvo su paso frente a la entrada del terreno y apretó los brazos a sus costados, se mantuvo rígido, sus ojos inspeccionaron el área. Para acortar camino decidió ir por ese sector y así poder llegar a un lado de la ciudad donde se congregaban los negocios alimenticios. Aquel atajo que decidió tomar se encontraba más solitario que otros lugares debido a un corte eléctrico que ocurrió la noche anterior, por tanto algunas tiendas que se podían encontrar por la zona y atraían a más personas, se encontraban cerradas de momento por los artefactos defectuosos. El sonido continuaba y lo mantenía paralizado, el sonido cambio a una horrible agonía que expresaba un profundo dolor que bajo por su columna y que luego se instalo como impacto en sus ojos. El sonido nuevamente cambio a su tonada agradable, como si fuese un conteo que pronto volvería a tocar la horrible melodía. Apenas pudo moverse y se obligo a avanzar, levantando con fuerza sus piernas para no quedar en el anterior estado catatónico.

Debido a la distracción que estaba teniendo sobre su sentido auditivo, Gael no vio unas pequeñas grietas que comenzaban a formarse en el suelo, a su alrededor, y no pudo verlas porque sintió unos fríos dedos rozar su cuello. Dio un grito de sorpresa y un salto que lo hizo casi tropezar por el susto.

-¡No te voltees! -Advirtió duramente la voz en una orden que no merecía reproche. Gael inmediatamente clavó su vista en el suelo e intento avanzar, loque volvía a ser difícil con la melodía, que variaba entre lo agradable y lo aborrecible, que afectaba sus nervios. El medallón comenzó a calentarse sin quemar su piel y de un momento a otro sus músculos se relajaron, sintió un empujón lo que logró hacerlo avanzar abruptamente.

Ahora no fue una mano la que lo hizo temblar, sino una risa que podía decir que provenía de una joven que se veía por sus costados, como si se moviese de un lado a otro. Podía decir que su piel era pálida, casi blanquecina y que era dueña de un largo cabello negro.

-No la mires a los ojos, solo continua caminando y aléjate. - La risa lo perturbaba, provenía de todas direcciones, la joven ahora se encontraba siguiéndolo casi pegada a su espalda. Gael creía que se trataba de una joven, pero lo superaba en estatura por varios centímetros.

Sólo se dio cuenta de que estaba corriendo cuando su celular empezó a sonar, se detuvo en seco y cuando creyó sentir que la mano se posaba en su hombro volteó abruptamente. No había nadie.

Sintió miedo, miedo por lo irreconocible de su situación, un miedo que nunca antes experimentado por él, miedo que se instalaba en su estomago y subía por su garganta. Tenía que irse a cualquier lugar, a cualquier lado mientras no fuese aquel sitio. Tenía que espabilar, correr, moverse y correr… moverse y correr…

-¡Muévete y corre! ¡Muévete y corre, ahora!

Por un Segundo Gael pudo decir que la voz que le gritaba era profunda y grave, diferente.

Sus instintos le sirvieron bien. Mientras corría la risa se escucho a la lejanía mezclada con el sonido de la brisa.

La risa abruptamente fue cortada.

Corrió más rápido, el celular volvió a sonar.