miércoles, 13 de octubre de 2010

El Umbral

-Observador-

-3-

Y mi real miedo se presenta cuando siento que estoy solo, cuando el vacío se apodera de mi existencia, cuando se me olvida que respiro. En ese mismo momento, en el que sentimos que estamos abandonados a nuestra propia suerte… es cuando estamos en mayor peligro.

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Había fuego transformador, camaleón de esencia por donde miraras. Tornados arremolinados sobre pequeños cuerpos, que como hormigas intentaban escapar de la arremetida de los extranjeros. Eran desconocidos de gran estatura, de extraños ropajes y de cuerpos irreconocibles. Por extraño que pareciera las miradas no enfocaban cuando te dirigías a ellos, de alguna manera se te olvidaba el habla cuando querías preguntar ¿Por qué?

-¿Por qué?... –Lograba murmurar, mover sus labios sin que escaparan sonidos. Era lo único que deseaba saber, que le dieran una razón para poder soportar todo lo que estaba sucediendo.

Nadie lo escucharía, nadie le hablaría, es imposible establecer un dialogo con aquellos que han perdido el juego. Porque para ellos era un juego de poderes, un juego donde movían piezas de ajedrez vivientes. Un juego donde había conflictos, desafíos psicológicos y físicos, engaños y lucha de la supremacía de voluntades. Pero, aun así, para ellos era un juego de niños. Un juego donde había unas cuantas reglas fundamentales que no deben de quebrantarse, regidas por un único precepto.

-No interferirás.


Corriendo por la calle, escapando del tiempo que se hacía tarde. Se había quedado dormido y tuvo suerte de haberse encontrado con un amigo que también iba a clases de taller los días sábados por la mañana. Pero solo tuvo un aventón 5 cuadras antes del taller.

-¡Esteban, apresúrate! A la profesora Ibet no le va a hacer gracia que lleguemos tarde – Ninguna gracia le iba a hacer a el tener que limpiar los materiales del taller como castigo.

La señora Ibet era una anciana de 75 años que ahora vivía enseñando diferentes artes a sus estudiantes, se caracterizaba por ser una mujer muy conversadora y observadora, pero también por ser una persona de fuertes principios morales.

-Corro… lo… que puedo… -Esteban era de estatura mediana, no tan delgado como Gael pero si un poco mas corpulento. Tenía un cabello de color café claro y ojos castaños oscuro.

Luego de 5 minutos de continuo movimiento, llegaron un poco jadeantes ante la puerta de roble. Gael levanto su mano para tocar un viejo timbre que produjo el sonido de una campana metálica, empujo la puerta y entraron. El timbre solo era un aviso para indicar la llegada de los estudiantes, pasado el tiempo de inicio de 20 minutos este se dejaba olvidado para impedir que el sonido desconcentrara a los practicantes.

Caminando hacia el fondo del pasillo podían acceder por una puerta al enorme patio de la casa. Al ser una casa antigua contaba con diversos corredores que daban camino a 5 salas distintas. La sala que solían ocupar era la que se encontraba al centro del patio, rodeada por pequeños arbustos de flores silvestres. La apariencia era la de una pequeña casa que solo tenía las murallas externas y dos pilares internos como soporte. De pintura blanca y tejas rojas, de grandes ventanales para que entrara la luz solar.

Apenas entraron tuvieron que apartarse, una joven de anaranjada cabellera ondulada pasaba justo en ese momento con un enorme atril frente a ellos. Tantas eran las cosas que llevaba consigo que no se percato de los recién llegados.

-Hey, Eilin –Saludo Gael levantando una mano. La nombrada lanzo un suspiro de sorpresa y un segundo lo miro con un poco de molestia para luego suavizarla.

-Hola chicos –Devolvió el saludo mientras continuaba poniendo en pie su puesto de trabajo.

Gael, al igual que Estaban, estaba acostumbrado a este trato de Eilin quien solía poner prioridad a sus trabajos o cualquier cosa que tuviera pendiente.

Dejaron sus cosas sobre la mesa para luego ir a buscar los atriles. Gael usualmente ocupaba uno bastante simple, mientras que Esteban le agradaba uno más firme y grueso para poder colocar todos sus materiales.

-Es extraño que la señora Ibet aun no se encuentre aquí –dijo Gael cuando se fijo en la hora que indicaba el reloj cucu del taller.

-Pero comenzar sin la inspiración de sus retos es un alivio –Comento Esteban trayendo consigo unos recipientes con agua y otros líquidos.

-Eso es porque haces todo al revés a como se te indica –Agrego Eilin que lo miro críticamente con sus ojos verde agua. Llevaba puesto un delantal verde oscuro y una paleta en su mano a la que comenzaba a agregarle colores.- La señora Ibet se fue antes de que llegaran, fue a buscar unos materiales que le enviaron ayer por correo, el señor Richard se ofreció a acompañarla con su camioneta por lo que no demorara mucho en volver. –Gael asintió y se puso unos audífonos para poder comenzar a trabajar.

El paisaje ficticio comenzaba a cobrar mas forma. Pero el cómo le gustaba trabajar a él causaba que uno no pudiese hacerse a la idea de cómo era su obra sino hasta que llevara bastante avanzado. Ahora podía decirse que era un paisaje con un río y en uno de los costados se veían árboles. Pero en un momento, mientras escuchaba aquella música, la cual no compartía con nadie, indicó un ritmo que provocó que se le antojara comenzar un puente que separaba al río en dos mitades. Uso como referencia la estructura de madera que encontró en una revista y así saber cómo darle los matices necesarios.

Se rió un momento al recordar cómo una vez Eilin y Esteban intentaron escuchar las canciones que guardaba en su mp4. Gael justo volvía de limpiar unos pinceles y apenas los vio agarro oleo de unos recipientes y se los tiro a ambos esperando que les callera en sus rostros. Luego de su primer ataque Esteban puso cara de susto y salió corriendo seguido de Eilin quien le gritaba cobarde, luego volteó hacia él y le hizo una mofa antes de salir rápidamente por la puerta. Pasaron unos 10 minutos antes de que Gael lograra pillarlos y quitarles su pertenencia, agradecía que se hubiese agotado la batería.

No es que Gael tuviese música de la cual se sintiese avergonzado, pero era una música que encontró un día navegando por internet y que había ayudado a inspirarlo. Se trataba de música instrumental la cual en algunas canciones iba acompañada de un cantico que siempre tomaba un sonido natural como si los sonidos hubiesen sido gravados en campo abierto, en la misma naturaleza.

-Atento. –Apenas pudo escuchar esa palabra, por lo que solo miro a su alrededor, pudo ver por uno de los ventanales como una camioneta ingresaba por el portón trasero.


El numero de cajas era enorme, mas de 20 y continuaban quedando materiales en la camioneta. Hoy no se habían presentado más alumnos por lo que Eilin, Gael y Esteban estaban ayudando con la carga. La señora Ibet supervisaba por que no podía hacer mucha fuerza por su edad, el señor Richard ayudaba a llevar las cajas más pesadas y a arreglar algunos atriles que se habían roto.

Cuando por fin pudieron terminar se sentaron en el taller a descansar y a comer algunas galletas que había en la sala de estudio.

-No hacia tanto ejercicio desde el test de gimnasia en el colegio –Se quejaba Esteban mientras apoyaba sus brazos sobre la mesa de esculturas. Eilin solo asintió mientras sacaba otra galleta y continuaba un dibujo en una croquera.

Gael estaba terminando de ordenar algunos materiales y tipos de arcilla en los estantes de al fondo, por lo que no podía escuchar mucho de lo que hablaban. Abrió la última caja que le quedaba y comenzó a sacar los materiales. Se paso a llevar el medallón que estaba oculto bajo la polera y lo movió un poco, comenzaba a picarle la zona en la cual el medallón tenía contacto con la piel.

-Gael, ya has trabajado bastante –La señora Ibet le ofreció una bebida- yo puedo continuar ordenando lo que falta. –Le acerco una silla para que la acompañara a tomar su te- Ya llevas dos años en el taller y has progresado mucho.

-Me ayuda a distraerme –Comento simplemente mientas se sentaba y agradecía el descanso, no iba a decirle que el taller era un espacio de tranquilidad para él, seguramente comenzaría a interrogarlo.

-¿Has pensado en continuar una carrera artística?

-No… la verdad no he pensado mucho en esa posibilidad, tendría que hablarlo con mis padres, suena interesante. –Tomo la bebida y estuvo a punto de ingerirla cuando el medallón se puso más caliente, aun era soportable pero le extraño y estuvo a punto de sacarlo.

-No me expongas –Era la primera vez que la voz se escuchaba con mayor claridad, quito de inmediato su mano y la dejo en la mesa bajo la mirada inquisidora de la señora Ibet-Ella sabe de ti, ella sabe de mi Gael. –La señora Ibet le sonrió y volvió a tomar de su té- Tienes que irte ahora.

Por un momento sintió que entraría en pánico si no hubiese sido por el continuo calor del medallón que logro calmarlo un poco. La voz solo podía escucharla él porque la señora Ibet no mostro reacción alguna.

-Si quieres, podría prepararte para que entraras a la universidad de artes por una beca de nuevos talentos, piénsalo y dame una respuesta apenas puedas. –Gael solo asintió y volvió a tomar de su bebida pero la voz en su mente le dijo que debía dejarla de lado, algo había en la bebida que no le agradaba a aquella voz.

-Yo debo irme –Dijo casi de inmediato y fue a buscar sus cosas.- El lunes vendré a la hora de siempre, aun no termino mi trabajo. –Intento sonar casual pero estaba sintiendo miedo por aquella voz que le advertía constantemente en que debía de alejarse, en un momento la voz se silenció. Cuando miró a la señora Ibet pudo ver algo en sus ojos que no le agrado, no sabía que era pero fue suficiente para hacerlo sentir incomodo.

-¿Podrías llegar un poco más temprano a ayudarme con la clase de los pequeños? Tengo que terminar muchas cosas la próxima semana y no sé si pueda estar a tiempo… -Le pidió mientras tomaba el vaso y la taza que ella había ocupado.

-La llamare para confirmar.

-Es muy lindo el medallón que ahí llevas. –El tono fue casual pero no pudo evitar percibir suspicacia en esas palabras, como si hubiese algo de lo cual ella desconfiaba.

-¿Medallón? Es una piedra ojo de tigre que me regalo mi madre. –Gael solía llevar a veces consigo una cadena con una piedra incrustada en forma de cuarzo, la saco y se la mostro evitando tomar el medallón, tenía la suerte de que la correa quedaba cubierta con su vestimenta. – Ya debo irme… ¡nos vemos chicos! Nos vemos señora Ibet. –Se despidió rápidamente antes de salir por la puerta.


Frio, sentía frio tras su cuello y espalda, escalofrío. Apenas y había salido hacia una hora del taller y había decidido recorrer un poco el pueblo y buscar algo que le apeteciera almorzar.

Estaba al otro lado de una vieja construcción que se encontraba en venta, consistía en un viejo terreno que contaba con una casa más alejada y algunas hectáreas que solían usarse como potrero para el ganado. Hacia medio año ahí había vivido una familia pero por motivos de trabajo se mudaron más cerca de la ciudad, o eso era lo que había oído.

Gael tiritó un poco por la helada brisa y procedió a cerrar su chaqueta. Estuvo preocupado, muy preocupado de haberse vuelto loco pero luego de comprobar que aquella voz se había ido se mantuvo tranquilo, sabía que la voz si se hizo presente en su mente –o esa era la conjetura que mantenía hasta ahora- pero no podía saber si era real, por tanto prefirió no indagar en ello e ignorar lo sucedido.

La brisa comenzaba a ser mas repetitiva, escucho un sonido que llamo su atención. Era un sonido agudo pero suave, continuo. Detuvo su paso frente a la entrada del terreno y apretó los brazos a sus costados, se mantuvo rígido, sus ojos inspeccionaron el área. Para acortar camino decidió ir por ese sector y así poder llegar a un lado de la ciudad donde se congregaban los negocios alimenticios. Aquel atajo que decidió tomar se encontraba más solitario que otros lugares debido a un corte eléctrico que ocurrió la noche anterior, por tanto algunas tiendas que se podían encontrar por la zona y atraían a más personas, se encontraban cerradas de momento por los artefactos defectuosos. El sonido continuaba y lo mantenía paralizado, el sonido cambio a una horrible agonía que expresaba un profundo dolor que bajo por su columna y que luego se instalo como impacto en sus ojos. El sonido nuevamente cambio a su tonada agradable, como si fuese un conteo que pronto volvería a tocar la horrible melodía. Apenas pudo moverse y se obligo a avanzar, levantando con fuerza sus piernas para no quedar en el anterior estado catatónico.

Debido a la distracción que estaba teniendo sobre su sentido auditivo, Gael no vio unas pequeñas grietas que comenzaban a formarse en el suelo, a su alrededor, y no pudo verlas porque sintió unos fríos dedos rozar su cuello. Dio un grito de sorpresa y un salto que lo hizo casi tropezar por el susto.

-¡No te voltees! -Advirtió duramente la voz en una orden que no merecía reproche. Gael inmediatamente clavó su vista en el suelo e intento avanzar, loque volvía a ser difícil con la melodía, que variaba entre lo agradable y lo aborrecible, que afectaba sus nervios. El medallón comenzó a calentarse sin quemar su piel y de un momento a otro sus músculos se relajaron, sintió un empujón lo que logró hacerlo avanzar abruptamente.

Ahora no fue una mano la que lo hizo temblar, sino una risa que podía decir que provenía de una joven que se veía por sus costados, como si se moviese de un lado a otro. Podía decir que su piel era pálida, casi blanquecina y que era dueña de un largo cabello negro.

-No la mires a los ojos, solo continua caminando y aléjate. - La risa lo perturbaba, provenía de todas direcciones, la joven ahora se encontraba siguiéndolo casi pegada a su espalda. Gael creía que se trataba de una joven, pero lo superaba en estatura por varios centímetros.

Sólo se dio cuenta de que estaba corriendo cuando su celular empezó a sonar, se detuvo en seco y cuando creyó sentir que la mano se posaba en su hombro volteó abruptamente. No había nadie.

Sintió miedo, miedo por lo irreconocible de su situación, un miedo que nunca antes experimentado por él, miedo que se instalaba en su estomago y subía por su garganta. Tenía que irse a cualquier lugar, a cualquier lado mientras no fuese aquel sitio. Tenía que espabilar, correr, moverse y correr… moverse y correr…

-¡Muévete y corre! ¡Muévete y corre, ahora!

Por un Segundo Gael pudo decir que la voz que le gritaba era profunda y grave, diferente.

Sus instintos le sirvieron bien. Mientras corría la risa se escucho a la lejanía mezclada con el sonido de la brisa.

La risa abruptamente fue cortada.

Corrió más rápido, el celular volvió a sonar.

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