miércoles, 15 de septiembre de 2010

Razones

“Soy total y absolutamente libre siempre dentro de la jaula.”

-Ludwig Feverbach-

¿Qué se siente tener la esperanza de otros en tus manos?

Viendo alrededor no sabes como los actos han causado estas consecuencias, solo presientes y posees una leve idea del por que. Sabes que tú manejas tus acciones pero que el resultado de estas no esta en tu propia voluntad regirlo. El acto se escapa de ti, la potencia te gobierna y te ciega, causando que veas un posible desenlace engañoso. ¿Dónde esta el engaño? Cuando te has limitado a ver solo lo que tus ojos te han permitido.

¿Acaso todos han sido ciegos menos tú? Sabes la respuesta, su amargo gusto de aceptación. Sabes que cuando te levantaste hiciste más que simplemente ponerte de pie, provocaste una ruptura, resquebraje del esquema de la impotencia y decidiste atacar. Es difícil poder explicar, a veces muy confuso, solo estas conciente de que actuaste llevado por el sentir, el engañoso sentir que transmuta y cambia a una velocidad imposible de predecir, que logra dominarnos y tomar el control sobre nosotros. No nos percatamos ya que llega furtivamente, sentir camuflado que nos parece lejano.

¿Qué será? ¿Cuándo caerá? Y no fue el sonido de un gran choque, no fue el temblar de arquitecturas derribadas, ni el impacto por la oscuridad total por segundos provocada. Eres tú, no eres otros, solo tú quien has despertado dentro de tus barrotes y que de alguna forma pudiste encontrar una llave suplente que se hubo ofrecido a dejarte pasear por un espacio más amplio. Quizás sea eso, que las bestias encerradas guardan más rencor, quizás sea que enloquecen al no sentir presiones que les limiten. Ya nadie te controla, te dejas llevar de manera peligrosa, nadie te dice alto, solo disfrutas, disfrutas, disfrutas… Ya no ríes.

Y te miras como si no te reconocieras. Estas allí, de pie, cuando antes estabas abandonado en el suelo. Estas allí, de pie, con tus manos inmóviles e inertes sin saber que hacer. Las consecuencias ya poseen vida propia, no tienes mando alguno sobre ellas, ni palabra. Pero tú de una forma u otra las creaste, las formaste y las arrojaste despavoridas a este campo minado donde respiras. ¿Aun así esperas lealtad? No hay lazos, ni unión luego de que tú actuaras con propia ambición. Ambición que has encontrado correcta ¿Hasta que punto? No viste la frontera o la has ignorado.

Y los pocos que te rodean ocupan el lugar que momentos antes tú dejaste desocupado. No están en tu misma condición, presentan a un nuevo personaje, no juegan tú mismo papel. Tú fuiste generoso y obligaste a que los ocuparan sin escuchar protestas que consideraste absurdas. Pero ¿Acaso no actuaste igual que ellos? ¿No haces lo mismo que ellos obligándolos a mirarte, a escucharte?

El fuego vive del alimento que le entregan, de lo que tú le entregas. De los gritos incoherentes y furia. Puede crear, hacer desaparecer, esfumar en humo, confundir y tentar. El poder en exceso, el poder puro, la energía concentrada daña, crea, origina, finaliza. Tu postura esta en exceso, dirigida hacia lo masivo, hacia un ideal. Y con ese ideal el fuego no apaciguara, continuara latente. Vivo en espera por el estímulo que le ayudara a levantarse nuevamente, a expandirse más allá de la hoguera.

Los plateados colmillos observan el cielo, exponiendo la desnudez de sus filos, reflejando. Observas todo con una quietud extraña, innatural. Y tu conciencia que logra llegar a ti por pocos segundos te pregunta, te cuestiona que harás, como actuarás.

Comienzas a cuestionar tu existencia, por que la realidad se transforma en irrealidad.

Tu libertad ya no es tuya, ni de ellos ¿Eres perteneciente de ti mismo? ¿Lo dudas? ¿A dónde perteneces?

¿Cuál es tu lugar?

Ellos te ven, tú les miras.

Eres el iluso desafiante.

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