Sentir el metal rozar mis brazos, obligar por el mismo peso
mantenerlos agachados y estirados constantemente, mis músculos agarrotados por
una posición que no lograba cambiar con total libertad…
La única variación que había de toda esta situación era el
ir y venir de los guardias que pasaban frente a nuestras celdas, personas que
caminaban con aires de un poder que no ostentan. Algunas veces, por el hecho de
estar aburridos, nos sometían antes de tiempo al castigo… el castigo que
caracteriza a la torre de hierro.
El cómo llegue a este lugar es un misterio, incluso para mí.
Los pocos recuerdos que tengo antes de despertar, con la cabeza apoyada sobre
la mugrienta roca, son tan confusos y extraños que prefiero no lograr
entenderlos nunca…
Sólo logro ver a los otros cuando nos empujan al espacio
central de la torre, cruel magia que nos impide retroceder y defendernos por la
sangre que cargamos… cierro mis ojos y espero que todo pase… una vez más, un día
más.
Los que son como nosotros, los de sangre manchada, no somos
reconocidos como personas… sería ridículo tan solo pensarlo luego de los años
que llevan cazándonos, persiguiéndonos, matándonos… llevándonos a sufrir y
estar muertos de hambre a pesar de ser igual a ellos, ser iguales excepto en el
poder variar en cuanto a la esencia que nos caracteriza. Porque nosotros… no
somos iguales a ellos, pero tampoco somos tan diferentes, incluso entre
nosotros no somos similares.
Pero es aquí, en la torre de hierro… creación de la cual se
jactaban ELLOS… donde nos encerraban como si fuéramos una especie de trofeo,
una extraña forma de diversión para buscar seguridad que ni en sí mismos
encuentran.
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