domingo, 3 de octubre de 2010

El Umbral

- La voz -

-2-

-¿Estas bromeando, cierto? Dime que estas bromeando –Exclamo una mujer, perturbada por lo que acababa de oír.
-Yo también quisiera que fuese una broma, pero por más cruda que sea ahora la verdad, debemos ir. –El hombre la miro con pena y luego la abrazo para intentar confortarse ambos por lo que pronto tendrían que hacer.




Gael dio un corto grito al mismo tiempo que era empujado bruscamente hacia el barro. Sus ojos grises brillaron con dolor detrás de los mechones de cabello, castaño oscuro, que caían maltrechos tapando su frente. Su boca abierta en una silenciosa mueca de dolor al tiempo que el aire fue abruptamente expedido de sus pulmones. Se quedo ahí, sollozando y agarrando su estomago, intentando ser lo más silencioso posible. Aquel joven que disfrutaba el espectáculo que proporcionaba, miro hacia atrás y solo sonrió al ver que el bus venía. Tomo sus pertenencias y arrojo las de Gael una vez más contra el barro, le indico a su grupo que se marchara mientras los otros no sabían si acercarse al cuerpo maltrecho de su compañero o permanecer apartados.

Gael intento ponerse de pie un par de veces antes de lograrlo, de forma tambaleante, y maldijo al ver que el bus ya había partido. Tendría que esperar media hora más para poder irse a su casa en bus, pero parecía que este no sería su día de suerte. Ya habiéndose recuperado, tomo sus embarradas pertenencias, se toco su costado derecho y su estomago e inmediatamente expresó una mueca de dolor. Deseaba irse de ahí, no quería llamar más la atención, Los pocos que hablaban comenzaban a despejar el lugar. Se acomodó las pertenencias lo mejor que pudo para poder comenzar a avanzar su caminata, podría tomar el vehículo más adelante, sino le quedaba un buen trecho por recorrer.

Las nubes gruñeron sobre el, el día se encontraba totalmente nublado, los truenos explotaban y las luces centellantes de los relámpagos cortaba el aire al tiempo que las primeras gotas de lluvia, de aquella mañana, comenzaban a caer.

-Te odio- Susurro Gael para sí mismo- Te odio Alejandro. – Con cuidado metió una de sus manos en un bolsillo externo de su mochila para ver que todo estuviese bien. Pudo comprobar que sus notas ni otras pertenencias se habían mojado, pero su ánimo bajo aun más al ver que una pequeña figura de arcilla se encontraba rota en varias partes. Extrajo los pequeños pedazos del interior, no podría volver a ponerlos en su lugar. Sus manos temblaron por la rabia que sentía en ese momento y la cual intentaba no dejar salir. Gael gruño de manera miserable al ver como tan hermosa figura, un regalo antiguo de su madre, quedaba reducido a pequeñas piezas y polvo. Ya no quedaba nada de la mujer que llevo un canasto en sus manos. Había tomado prestada aquella pieza para poder dibujarla con carboncillo en el taller al que asistía. Había tenido la intención de devolverla luego de ir al taller que quedaba a mitad de camino, pero por la lluvia no le sería posible ir y menos deseaba mostrarse en su actual estado, ahora tampoco podría devolver la figurilla. Su madre pronto volvería de su trabajo y definitivamente notaría que faltaba. Ya lograba imaginarse el escenario que ocurriría y eso lo hizo sentir un escalofrió.

Camino hasta la esquina de la calle para poder cruzarla, sus pasos hacían notar que caminar le resultaba incomodo. Un auto pasó rápidamente y no le dio oportunidad de apartarse, el resultado fue inmediato, en apenas unos segundos se encontraba aun mas empapado, se limpio la cara como pudo y volvió a suspirar. La lluvia no había logrado mojarlo por completo, estaba en proceso, pero ya no importaba. Cansado y magullado miro enojado en dirección hacia donde había desaparecido el automóvil y cruzo mientras maldecía por lo bajo. A medio camino un pequeño destello llamo su atención, al agacharse pudo ver que se trataba de una medalla circular con una cruz negra en el interior, cada extremo de la cruz terminaban en una punta de flecha y todos medían la misma distancia. El círculo que rodeaba a la cruz era de color plateado y no contaba con ninguna escritura.

La bocina de un auto lo hizo espabilarse, corrió al otro extremo de la calle.

-¡Ten más cuidado! -Grito el conductor antes de continuar. Gael solo asintió en forma de disculpa y guardo el medallón en su bolsillo.

A sus quince años de edad podía decir que estaba harto de muchas cosas que le ocurrían, pero generalmente callaba para no crear más problemas. No es que no enfrentara las situaciones que se le presentaban, pero él era una de aquellas personas que preferían pasar desapercibidos.

Los árboles se sacudieron por el viento que anunciaba una fuerte tormenta.




En un pequeño pasaje detrás de unas tiendas comerciales, una vieja y sucia puerta se abrió con tanta fuerza que casi se desprenden sus bisagras. Un hombre alto y de piel curtida, con fieros ojos, y con una expresión metamorfoseada en enojo y dolor. Se apoyó por un momento en unas cajas de madera, luego se alejó rápidamente de la puerta. Sus ropas consistían de un largo y grueso abrigo, unos jeans y negras botas. En su mano derecha llevaba un alargado cuchillo que presionándolo acorto su tamaño sin dejar de tomarlo con fuerza. Camino rápidamente por el pasaje, usando las sombras.

-Si salgo de esta, no voy a concederle un sólo favor más. –El hombre le gruño a la nada, su cansancio se notaba en su voz. Levanto su mano derecha y la acerco a uno de sus oídos como si escuchara a alguien, asintió un par de veces y apresuró el paso. Los breves momentos en los que se detenía dejaba oscuras gotas de líquido espeso en el suelo. Se escucho un sonido abrupto, de alguien golpear la basura, sus ojos inmediatamente se dirigieron al punto del que había salido, solo estaban las sucias cajas desparramabas.- Quizás un gato… -La lluvia decidió caer con fuerza.

-¡Esto es una maldita mierda y tú lo sabes! –Rugió enfadado el hombre, rebatiendo una contestación que solamente el parecía oír. Negó con su cabeza y se detuvo al escuchar que la puerta se abría del mismo modo que hizo hacia tan solo unos minutos, algo se escuchaba.

Miro alrededor y se movió tan rápido que para un hombre común habría sido imposible. Extendió su cuchillo nuevamente hasta su longitud normal hasta que golpeó a algo con su propio cuerpo que pareció caer rodando y quedarse agachado como si lo mirara con una curiosidad enfermiza. Aquella persona levantó algo que produjo una fuerte luz que lo dejo ciego por unos segundos, la luz fue tan potente que iluminó todo el pasaje marcando muy bien los detalles. Luego, el destello producida desapareció en la oscuridad, ya no podía ver en las sombras que sentía se habían vuelto antinaturales. Sonrió oscuramente al escuchar un chillido de dolor detrás suyo, un horrible sonido que podría haber producido escalofríos a cualquiera.

-Se van a arrepentir el haberse cruzado con nosotros –Dijo rápidamente mientras el chillido se iba apagando- Ambos van a arrepentirse.




Entro con cuidado para no mojar todo el pasillo, se desprendió de sus zapatillas en la entrada y de sus pantalones, los enrolló en un bulto y se dirigió a su pieza para sacar ropa seca y limpia. La casa tenía dos pisos y se encontraba echa de cemento y madera, su cuarto se ubicaba subiendo las escaleras al final del pasillo a mano izquierda. Saco lo que buscaba y acomodo una cubeta en la esquina de su habitación, tendría que recordar reparar aquella gotera cuando terminase el temporal. Camino hacia el baño y prendió la ducha, se desvistió y dejo algunas cosas sobre la repisa del lavado, unas cuantas monedas y el medallón que había encontrado en la calle.

La ducha se encontraba agradable, por la ventana se podía escuchar el crujir de las ramas y de los troncos de los árboles, seguramente caería más de uno esa noche. No prestó mucha atención a una pequeña incomodidad que comenzó a sentir en su pecho, pero cuando abrió los ojos.- ¡¿Mamá?! –Pregunto exaltado abriendo la cortina de golpe, no había nadie pero podía jurar que había visto una sombra contrastar con la cortina. Un poco perturbado miro alrededor y no encontró absolutamente nada, seguramente había sido su imaginación jugándole una mala pasada, no era extraño luego de haber caminado tanto y haber estado empapado todo el camino. Su cuerpo tenía algunos moretones pero nada grave de lo cual preocuparse, no lo habían golpeado en el rostro y eso lo agradecía porque no quería dar explicaciones.

-Gael, deje comida en la cocina para que bajes a servirte –Dijo su madre mientras tocaba la puerta.- Ya me lleve tu ropa sucia, si tienes algo mas déjalo abajo –Pidió su madre antes de irse. Se sintió tonto al asustarse por nada, su madre había entrado a sacar su ropa y había proyectado su sombra a la cortina, se rió de si mismo.

Se desperezó un poco mientras se secaba, la ducha le había producido sueño.-
¡Despierta! –Saltó del susto al escuchar aquel grito- ¿Mamá? –Abrió con cuidado la puerta y se alivió al ver a su madre guardando algunos de sus libros.

-Gael ¿Podrías ayudarme luego con algunas cajas? –Asintió casi de forma automática mientras buscaba una respuesta a aquella voz, pero pronto escucho como la televisión de la pieza de sus padres reproducía una película de acción, simplemente la lluvia le había hecho mal, se estaba exaltando por cualquier cosa.

-Claro, bajo a comer y te ayudo. –Saco sus cosas y bajo a alimentarse, realmente se moría de hambre y su estomago hacia protesta por ello.

-
Tu tienes mi poder mi niño… suéltame –Un murmullo imperceptible que Gael no logró escuchar de manera consciente, estaba agotado. Solo movió un poco su cabeza como si hubiese escuchado un silbido.

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